EDIFICIO COSTERO

Obra: Edificios Costeros Puerto Madero.
Ubicación: Dique 2, manzana 1, Puerto Madero, Buenos Aires
Proyecto: Urgell-Penedo-Urgell, Arquitectos Lynch Pierantoni López Vago Rodríguez. / Manteola-Sánchez Gómez-Santos-Solsona-Sallaberry, Arqs. / Baudizzone-Lestard-Varas, Arqs.
Equipo de proyecto: Flora Manteola, Fina Santos, Jorge Lestard, Augusto Penedo, Ricardo Fernández Rojas, Liliana Barestein, Juan Pablo Rodríguez, Hernán Maldonado, Ignacio Gozman, Holgger Tohr, Diego Vazquez, Alfonso Piantini.
Equipo de dirección de obra: Arquitectos Patricia Varela, Enrique Lynch.
Asesores:
Asesor de Estructura: Ingeniero Alberto Fainstein
Asesor de Termomecánica: Ingeniero Carlos Grinberg
Asesor de Instalación sanitaria, gas e incendio: F.Giarini.
Comitente: I.R.S.A.
Superficie total: 20.052 m2
Año de proyecto: 1999

Memoria
La perspectiva del proyecto muestra un conjunto de cuatro edificios primáticos en formación lineal, con las caras externas de los edificios extremos
redondeadas por una curva faceteada. El dibujo revela una referencia al ritmo de los viejos galpones de ladrillo al otro lado del espejo de agua. Esa relación adquiere el tono de contrapunto a través de la proporción de los nuevos edificios, cuyo escaso ancho permite, casi nos obliga, a imaginarlos como una formación de tren, con estos cuatro vagones azulados recorriendo el viejo puerto.
El contrapunto se refuerza con los materiales elegidos para los nuevos edificios, predominantemente vidrio, cuyos reflejos cambiantes pasan del azulado al dorado según la hora. Las interrupciones de la formación hacen las veces de patios, lugares cubiertos por los aleros de cada “vagón”,
que casi se tocan para hacer de este vacío una figura más potente que la propia masa edificada.
La elección del vidrio como material dominante no conduce al estereotipo del edificio de oficinas, un prisma regular de vidrio reflejante donde no existe vínculo conceptual alguno entre volumen y revestimiento. Por el contrario, el minucioso diseño de las fachadas de vidrio se deleita en explorar el camino que va del plano al volumen, de la tapa a la caja. Se trata de una exploración que contrasta las tapas planas que separan los vagones, con los extremos de la imaginaria formación ferroviaria. Sobre ese extremo (como si se tratara de la trompa de la locomotora) el vidrio gira de un lado al otro de los vagones para configurar una situación volumétrica que se expresa como una oposición conceptual también con los lados largos de los edificios, donde el muro cortina sobresale del volumen que contiene, revelando y exhibiendo su condición plana. Este detalle de cuidada factura y profunda ironía (unos setenta centímetros del muro cortina que supera la arista del volumen) desmiente la aparente inocencia del diseño.

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