Arquitectos, Juan Manuel Llauró, José Antonio Urgell, Augusto Penedo, María Llauró, Juan M. Urgell, Enrique Lynch, Andrea López, Enrico Santilli, Alfonso Piantini (h),Guadalupe Chirotarrab, Martín Fernández Ares
Superficie M2
86.501
Año
2002
Asesores
Museología: Guiomar Urgell Egiptología: Prof. Dr. Hugo Zurutuza, Prof. Dr. Horacio Botalla
Memoria
Este edificio es obvio. Complejo laberinto lúdico, misterioso, a descubrir, a resolver, a recrear, a completar, es obvio porque denota, evidencia-
Pero su obviedad en la visión lejana o total –contundente- no le quita expresividad en la visión a escala humana.
Las pirámides son volúmenes explícitos y sugerentes. E Intrigantes por su aparente simpleza. Lo asombroso es su monumentalidad y la precisión en su construcción. Con ese carácter extraordinario que le otorga el paso del tiempo y la connotación del símbolo críptico.
Nuestro edificio es preciso. Es la manifestación construida de su génesis sistémica.
Coexisten y se relacionan en el edificio el orden y el dinamismo, lo cinético. El orden presente de su trama cartesiana, es el que permite la laberíntica multiplicidad de recorridos y reconfiguración de espacios hasta el infinito.
Es la esencia del juego: El planteo de unas reglas básicas que determinan un proceso dinámico y diverso incluso para quienes lo juegan, pero donde poco a poco las piezas se van acomodando y engarzando hasta formar un orden, una configuración, un diseño posible. U otro. U otro.
Y ese orden es distinto cada vez que se juega, pero sigue siendo estructurado.
El edificio es un gran hipertexto: Organizador, conector y direccionador de otros textos (áreas, espacios, recorridos) independientes e interdependientes.
Su aparente simplicidad (obviedad) encierra un desafío: el edificio es tan capaz de desplegar su simbolismo, de complejizarse, de sorprender y de emocionar como lo sea quien lo mire, quien lo imagine o lo use. El edificio es un espejo. El edificio es una invitación a jugar.